14/9/10

CARMEN MUÑOZ CLAVERO

Calle Vergara, antigua carnicería...


¿ Cómo no recordar a la "carmencita" recorriendo las calles de Quilicura ?
Aquel Quilicura que se recorría en bicicleta tranquilamente yendo desde el pueblo hacia San Luis o de San Luis hacia la Parcelas.
¡Cómo no recordar su amplia sonrisa y su voz llena de calor, su pelo negro y la expresión de alegría, saludando a cada vecino de esta tierra..!
Carmen Muñoz ,parecía ser parte de nuestro paisaje, como tantos rostros de ayer, algo de sus calles y territorios, parecía ser parte de nosotros, de los que estamos esta tarde acá, de los que nos encontramos cada vez que uno de los nuestros se nos va.
Siempre iba con su sonrisa y su delantal blanco reconociendo a todo el mundo, saludando a todos. Y esta relación era mágica, porque también nosotros le respondíamos de igual modo.
Fue eternamente juvenil, aunque recién había cumplido sus 75 años, su espiritu jovial era igual que ayer y el tiempo se había detenido en ella.
Su historia es breve pero perdurable y trascendente en el tiempo, al menos para nosotros , los que hemos convivido con este pueblo nuestro, con sus aves, con sus árboles y con su geografía.
Carmen Muñoz Clavero había nacido el 21 de agosto del año 1932, era la única mujer de unas de las familias más antiguas de este lugar. Su padre José Luis Muñoz, junto a  su esposa María Carmen Clavero, sus hermanos Hugo, René, Sergio convirtieron a la Carmencita en su más preciado tesoro familiar y la transformaron en reina de este hogar quilicurano.
Su infancia transcurrió en la tranquilidad y en el hermoso entorno del Fundo Lo Marcoleta, allí junto al gran silo que todavía permanece, realizó sus juegos de niña a la luz de la luna , con los otros niños y niñas de los cuales hay algunos acá entre nosotros.
Allí se forjó este carácter tan afectivo y tan cálido que le haría tan encantadora frente a todos.
La familia Clavero, de las más antiguas, había vivido en el sector del pueblo, y posteriormente en las viejas casas de la calle Arturo Prat. ¡Cuántos recuerdos y episodios del ayer se van alejando con cada uno de los nuestros que hemos ido despidiendo !

Ella realizó sus estudios de enfermería en la U. de Chile y al recibirse trabajó en CHATEX, sin embargo su corazón era de acá. Por eso, su nombre se encuentra en la placa del consultorio Irene Frei de Cid, frente a la plaza. Allí aparece su nombre como fundadora de este consultorio. Esto ocurría en el año 1965.
Esta mujer, Quilicurana, en esencia, era muy conocida por los vecinos, tenía un excelente humor, le gustaba entre otras cosas, jugar al "cacho", era amante del tango y de las tanguerías. Era hincha del Club Condor, deportista, pionera del basquetbol femenino en nuestra comuna. Hermosa jovencita que cautivaba a los jóvenes de ayer y que precisamente por eso, un día fue coronada reina de la primavera y se paseó en su carruaje, por las calles con su corona.
Su carácter afable se contagiaba y en alguna época , hizo una dupla cómica apoyando al payaso "Cañufla". Don sotito, como le llamaban, fueron rutinas de inolvidables dialógos, que sacaban sonrisas al público inocente de ayer.
El día 23 de septiembre del año 2004, se fundó el nuevo consultorio Manuel Bustos y aunque la Carmencita había jubilado, quiso quedarse con lo que ella, como dice su amiga Cecilia Carvajal, consideraba su familia. Nunca quiso retirarse, siempre estuvo al servicio de los pobres y los vecinos de la Comunidad.
Murió en la fe católica, en su devoción a la Virgen del carmen. Por eso, hemos hecho esta misa junto con sus parientes y sus catorce sobrinos.
Un efisema pulmonar le quitó la vida el día primero de octubre.
Permanecerá en nuestro recuerdo siempre, y su nombre lo registrará como muchos otros, la historia de este hermoso pueblo nuestro , que hoy le dice adiós.
Carmen Muñoz Clavero, quienes te conocieron desde siempre, te saludan en esta primavera de octubre...


















Plaza de Quilicura

CASCOS DE CABALLOS EN EL CEMENTO

Luego de su deceso, Carlos Venegas Venegas fue despedido por una gran cantidad de campesinos y huasos que le acompañaron al camposanto montando sus cabalgaduras.
La urna fue depositada en un "coloso",que es un vehículo tirado por caballos y cuya carrocería va descubierta.
En el trayecto hacia el cementerio un mariachi cantaba "corridos" y "rancheras". La calle se repletó de jinetes y carretones.
Fue algo contradictorio observar semejante espectáculo, era algo así como transportar un cuadro del año 1930 al año 2007, un cuadro que además, ya tenía algo de surrealismo viendo como el colorido de las cabalgaduras, las "esclavinas" de los cuasimodistas y las flores, contrastaba con el enorme desconsuelo de la viuda y de sus hijos.
Lo cierto es que la enorme caravana de jinetes, gentes sencillas del campo, estaban no sólo diciendo adiós a un amigo, sino que cerraban la puerta de la nostalgia por algo que nunca más volvería a vivirse.
Los cascos de cientos de caballos detuvieron el ajetreo de la tarde y la calle se paralizó para obvervar el paso de tan singular cortejo.
Por el viejo camino hacia el cementerio la caravana serpenteó el cerro de Quilicura.
 
El cementerio de Quilicura estaba distante unos tres kilómetros del centro de la comuna, por allí por muchos años los lugareños trasportaron a sus muertos caminando bajo la lluvia o bajo el sol.
En la ladera del pequeño cerro, por más de cien años han crecido los espinos, los huilles y toda la flora silvestre que convive con las tumbas adornadas y con las flores que depositan los deudos.
El cementerio mira hacia el poniente.
Los aterdeceres se ven hermosísimos cuando la vista, desde la ladera, se pierde en el horizonte.
Estas palabras fueron pronunciadas al atardecer del mes de junio. Una débil luz solar bañaba y cubría a los acompañantes.
El Diácono había rezado el responso fúnebre y el silencio sólo lo alteraba la brisa, el gemido y el sollozo de las mujeres...

EN MEMORIA DE CARLOS VENEGAS, CORRIL

Carlos Venegas Venegas, nuestro querido vecino y amigo, había nacido en agosto del año 1944 y siendo muy niño fue víctima de la discriminación y del sufrimiento.
Según el mismo lo manifestara, nunca supo del amor paternal, nunca supo de la calidez de un hogar, desamparado desde niño, forjó el carácter que todos le conocían.
En el año 1950, Quilicura sólo contaba con un establecimiento educacional central, este era la Escuela número ciento sesenta y cinco, que estaba ubicada en el sector del "pueblo". Precisamente allí, por aquel entonces, en este pueblo sano y pacífico, estudiaban los muchachos, cuyos padres, la mayoría eran agricultores, campesinos e inquilinos.
Allí, Carlos conoció a su esposa, la que le acompañaría hasta el final de sus días: leonor Solís Díaz.
Siendo muy jóvenes, de 17 y 18 años, recorrieron juntos el fundo El Carmen y luego se inatalaron en la comuna de Renca, junto al estadio municipal.
Nueve hijos engendró esta pareja. Todos están hoy acá, desde Carlos el mayor, quien nació en 1962, hasta Luis, el menor de la familia.
Todos ellos, trabajadores de la tierra, tal como su padre Carlos, "el corril", para los quilicuranos más antiguos, quien amaba su tierra y  amaba a sus animales.
Trabajó como cuidador de una fábrica de colchones y se unió en matrimonio civil a Leonor, el día 02 de abril de 1967
Este caracter parco, lo forjó desde niño, pues sin la presencia del padre era vunerable y "cualquiera lo pasaba a llevar".Esto le hizo ser muy poco demostrativo de sus afectos.Según dice leonor, tenía un inmenso orgullo, sin embargo sus hijos descubrieron la ternura del amor que canalizaba hacia ellos.
Durante su paso por la vida, además de trabajar como cuidador de una fábrica, administró la parcela de "Don Pancho Romo", su padre biológico, afamado hombre de tierras, político, corralero y dueño de fundo.
Sin duda , muchos de los niños de ayer, le recordarán por su valentía y su arrojo en la domadura de potros, fiesta campesina, que se realizaba cada año en el mes de septiembre, en lo que era entonces el estadio municipal.
Allí, el querido corril disfrutaba de su trabajo de domador y recibía el reconocimiento y el aplauso del Quilicura de ayer.
Niños morenos, rostros inocentes, viejos campesinos , rostros curtidos era el público que acudía cada año a la fiesta de día 19 de septiembre.
Pero en el Quilicura actual, muchos le reconocían pues recorría las calles vendiendo leche.
Un hombre de campo nunca está quieto, sabe que la tierra de una u otra forma le entregará el sustento, de tal manera que no hace mucho, iba calle arriba y calle abajo, con su carretón recorriendo las calles acompañado de su inseparable cigarro.
Pertenecía a la Iglesia Católica, y era su deber sagrado correr cada año "el cuasimodo". Sin embargo también le atraía el rodeo, una pasión que le hizo incorporarse al club de rodeo de Quilicura.
Todos estos amigos han venido contigo hasta acá.
Traía consigo una grave enfermedad y aunque nunca quiso que lo viera un médico, sabía secretamente que el asma lo consumía.
Y así fue. El cigarro y el asma lo vencieron.

Fallece de sesenta y tres años dejando innumerables amistades y recuerdos.
Dieciocho nietos,dos bisnietos, le han despedido junto con sus hijos, junto con tantos amigos de ayer y de hoy.
Despedimos a nuestro querido "corril", Carlos Venegas que forma parte de la historia de este pueblo, historia que se escribe con la gente más sencilla de Quilicura, con los amigos de la tierra y los animales.
Seguramente que su querido caballo "alazán",también estará con una gran tristeza en el alma.
Ahora, en junio de 2007,  te depiden todos los que te querían...
                                         Cuasimodistas de Quilicura

10/9/10

EL ENCUENTRO JUNTO AL BRASERO

El encuentro con la viuda y los hijos de Carlos Venegas se produjo en su hogar, ubicado en el sector de San Luis, más allá del Cristo.

Cae la tarde, es el ocaso de un día frío, es la hora del reposo lejos de la ciudad, más allá de los álamos, donde se pierde el camino.
Es una casa de campo, con colgantes de aperos, una mesa grande y oscura, el perfume de las plantas silvestres, de corceles y perros, la tierra casi húmeda a nuestros pies y un enorme brasero con leños encendidos.
Es la misma casa de hace décadas, donde compartían las tertulias los padres y abuelos de Quilicura.
Lo que sucede es que el tiempo se detuvo apenas unos sesenta años para que todos los que participan de este encuentro, lo conserven como el más mítico sentimiento de ayer.
Pequeñas lámparas iluminan sombreros en las vigas y un viejo carretón junto a los álamos y la alambrda, es el límite con el potrero.
Junto al pan amasado y a una taza de té, una tarde de junio del 2007, reciben con enorme emoción nuetro regalo.
Es el documento audiovisual de sus exequias y estas palabras escogidas en la memoria del corril.
Un grupo de leales amigos, me acompañan, está también mi hermana. Juntos observamos las imágenes.
El rostro duro de los hombres, se va transformando en miradas de niños huérfanos, se sonrojan las mejillas y una que otra lágrima humedece sus rostros.
La noche ha caído y bajo unos sauces llorones, un audio artesanal irrumpe en el campo.
Las imágenes son tristes pero tienen una secreta e íntima poesía.

Eras la serenidad y la presencia
en las horas más inciertas,
eras una parte del amor
que ha caminado a mi lado cada día,
cada mañana, cada hora.
Eras un horizonte al inicio
y al término del camino.
Eras una llamarada de paz
protegiendo a los pequeños.

Has sido el susurro de palabras calmas
en mis tempestades,
te hiciste grande mucho antes
de que yo existiera,
ya diseñabas los caminos 
a mis débiles pasos.
Tomabas mi mano con tu mano poderosa
y eras capaz de jugar con el viento
a mi lado en los días de septiembre.
Por eso padre, te recuerdo.
Por eso padre, vas conmigo.

CARLOS corril DE QUILICURA, TE LLEVAS TANTAS HISTORIAS

No hace mucho, apenas la mitad de un siglo, el viento y la brisa recorrían otro Quilicura.
Un apacible pueblo campesino con luces débiles y lejanas, reposaba en el silencio a las nueve o diez de la noche. Allí cesaba el ruido, apagándose el último motor de alguna vieja micro.
No hace mucho, apenas unos cincuenta años, el canto de los gallos despertaba a los hombres de trabajo y el eco del canto se transmitía de un lugar a otro.
Amanecía en Quilicura.
Se alborotaba el establo y cientos de pajarillos con sus trinos, invadían los álamos y las acacias.
Por los caminos polvorientos del verano, por los mismos caminos barrosos del invierno, Carlos, como tantos hombres de la tierra llevaba sus carretones y caballos. Allí comenzaba como cada día la faena del campo y como cada día, florecía la tierra entregando generosamente sus alimentos, a cada hijo que vivía en este suelo.
Carlos Venegas, hombre solitario, sin el amor del hogar, desprotegido de su padre, con una infancia triste y vulnerada se abrió paso por la vida con este secreto sufrimiento, volcando todo su amor hacia cada uno de sus nueve hijos. Desde muy joven, a los dieciocho años constituyó la familia junto a Leonor Solís que le acompañaría hasta siempre.
Quilicura, en la década de los sesenta, contaba con un pequeño estadio, denominado Estadio Municipal , donde todo ocurría y se trasformaba en el atractivo para los niños, pues entonces muchos merodeaban sus paredes y deambulaban en sus alrededores.
Durante las fiestas de septiembre, se organizaban carreras y se hacían competencias tradicionales de huasos. Todo era natural , porque se trataba de gente campesina que amaba, como Carlos, los animales y la tierra.
Y en este estadio, las competencias incluían las domaduras de potros, el salto del ganso,el palo encebado, destrezas con el lazo, el paso de la muerte, la doma de novillos y muchas otras pruebas que recordarán los niños de ayer.
En la domadura de potros, Carlos Corril, era admirado y aplaudido, pues se necesitaba mucho arrojo, mucha vaalentía para resistir el corcoveo endiablado del caballo. Y allí estaba parte de su vida.
Con los años, con los hijos que crecían, Carlos fue haciendo más y más amigos pues nunca dejó esa vida campesina, no obstante que en torno a él, el tiempo transcurría aprisa, derribándolo todo, trasnformándolo todo, como arrinconando esa vida, en un lugar oculto de un Quilicura que ya no era lo que sus ojos de niño triste, un día miraron.
En las calles de hoy, ya no florecen las azucenas, han desaparecido las lloicas y el ruido de los cascos de los caballos hace mucho que no se escucha.
En su lugar cientos de nuevos vecinos han ido poblando todos los espacios, el aire que respiraban nuestros padres y abuelos lo respiran otros niños que nada o muy poco conocen de la historia de un Carlos corril.
Son los cuasimodistas y los clubes de huasos, los que mantienen viva esa puerta hacia nuestros recuerdos y hacia la tradición, un paréntisis en el caminar entre la nostalgia y el progreso.
Allí pertenecen los hombres como Carlos Venegas y allí se refugian. Por eso, el dolor de uno, es el dolor de todos; la alegría de uno es la alegría de todos: campesinos, huasos,cuasimodistas, corraleros son los amigos de siempre.
El caballo "alazán", tristemente no termina de comprender que su amo, su fiel amo de tantas jornadas, de recorrer calles y callejones ha extinguido sus días, la vida le ha pasado la cuenta, el cigarro casi pegado en sus labios ha hecho su misión y un asma crónico, sin médicos, sin hospitales, sin clínica le ha cerrado el paso al día de mañana.
Carlos Venegas, el corril, quien ultimamente vendía leche por nuestros barrios, se lleva con su deceso, en este mes de junio, los estertores del Quilicura viejo, pero nunca olvidado.
                                         Entrada al cementerio de Quilicura

9/9/10

OPERACION SITIO

                                        Paisaje de Quilicura hacia el poniente, 1970

En el año 1967,comenzaron a llegar a Quilicura, las familias que venían desde diferentes sectores aledaños, eran  pobladores muy pobres que ahora, luego de años de frustraciones, podían soñar con una vivienda digna. Socialmente el movimiento fue conocido como "operación sitio", así le llamaron los políticos y la prensa de aquellos años.
La llamada "operación sitio",otorgaba la posibilidad a los más desposeídos de postular en conjunto con otros, a una vivienda.
En este caso eran familias muy pobres que vivían en los suburbios de la ciudad, otros vivían en sectores rurales y era la oportunidad de pertenecer a una comunidad comunal.
En esta región de Santiago, las condiciones para el crecimiento demográfico eran expedítas, esto significó un incesante movimiento de pobladores que cambió el rostro de nuestro paisaje.
La primera experiencia fue la población María Ruiz Tagle de Frei, que posibilitó la llegada de muchas nuevas  familias a este rincón de Chile.
La población mencionada correspondía a los terrenos del fundo "Lo Etchevers", propiedad de la familia de Don josé Francisco Vergara.
Eran terrenos baldíos, que víctimas de la erosión habían perdido el esplendor de años anteriores, en este caso los terrenos eran cercanos al cerro y a la incipiente ruta de Américo Vespucio que conducía hacia el Aeropuerto de Pudahuel.
Allí, llegaron unas trescientas familias.
Una de estas , era la familia Valladares Beiza.
                                               Operación sitio 1968
Aquel mediodía del verano, un grupo de familiares y vecinos que habían realizado este itinerario, participaron de la liturgia en la capilla "El mañío" de esa población.
TERESA DE JESUS VALLADARES BEIZA, entre cantos y oraciones fue despedida con estas palabras :

TERESA..!

Finalizaba la década del cuarenta. La zona norte de Santiago era una región absolutamente agrícola.
Entre Quilicura y Colina, una antigua carretera veía noche a noche el transitar de carretones que se dirigían hacia la vega central
Hoy parecen términos de una novela, pero efectivamente, el casco de los caballos era el único ruido que traía la noche y era el sonido monótono de la madrugada, un trote de caballos que irrumpia el silencio de un campo amplio y sereno...
Entre Colina y Quilicura, se encontraba el fundo "San Ignacio", y allí en el "Molino"el conocido "Puente Verde", lugar de canales de pájaros, de flores silvestres y de sauces llorones.
Era la mayor de nueve hermanos : Graciela, Norma, Eduardo, Carlos, Jorge, Luz , Cecilia y Larry.
Su infancia transcurrió en el apacible sector de Puente Verde.
Allí, a la vera del camino, sus ojos de niña soñaban conocer que había más allá de la colinas y donde terminaba esa larga carretera.
Sus estudios primarios los realizó en la Escuela número 276 de "Los pasos de Huechuraba".
Era una alumna excelente, la más destacada de aquella generación, y posteriormente fue matriculada en la Escuela veinte, de la calle Nueva de Matte, del barrio Independencia.
La década de los años sesenta, trajo consigo todo un movimiento social en nuestro país.
Los cimientos de la sociedad conservadora tamabalearon en América y en Chile, con los movimientos políticos y populares.
También aquel eco llegó hasta nuestros campesinos y en la familia Valladares Beiza, cuyo padre trabajaba como mediero, despertó un sentimiento de progreso y de bienestar.
En el año 1966, en Quilicura, surgían los movimientos de pobladores, era la denominada "operación sitio".
Acá en el fundo "Lo Etchevers", se empezó a gestar lo que sería luego la población María Ruiz Tagle de Frei, un lugar que acogería a decenas de familias, pioneros, quienes no tenían ni sitio, ni vivienda.
Por aquellos años, Teresa Valladares que había terminado sus estudios técnicos y que trabajaba en una industria de confecciones infantiles , vió cambiar abruptamente su vida.
De su tranquila vida junto al amplio campo del  Puente Verde, se vió rodeada de familias y vecinos que componían esta nueva población y su hogar, en estas tierras nuevas, quedó al final del pasaje Sucre, una de las estrechas calles del nuevo caserío.
Era el año 1968, y la nueva convivencia les hizo adaptarse a costumbres y hábitos de estos llamados "quilicuranos".
No fue fácil ni para ella ni para sus hermanos, ni para sus padres.
Teresa fue esforzada y trabajadora, siempre se abrió camino con lo que ella eligió: le gustaba la moda, la costura y la confección. Aún hoy, en la casa de la calle Sucre, se encuentra la primera máquina de coser que le regaló su madre.
Así transcurrió su vida, entre el trabajo y sus hermanos, entre las costuras y la necesidad de ayudar a sus padres y a sus hermanos más pequeños.
En el año 1983, contrajo matrimonio y de esta unión nació su hija María Paz. Entonces dejó la casa paterna e inició otra vida en el sector barrio "Reina María", en la calle Bolivia, donde volcó su cariño, su esfuerzo y su ilusión en esta su única hija...
No hace mucho, en el mes de octubre del año 2006, la vida y su trabajo le pasaron una cruel factura.
Una serie de enfermedades hicieron estragos en su débil contextura. No se recuperaría de sus dolencias, toda su familia fue testigo, en forma silenciosa del tremendo combate que inició y que vivió para tratar de recuperarse.
Fueron días y meses de incomprensible sufrimiento, de soledad, de dolor. Sus angustias fueron una agonía permanente.
Cualquiera sea nuestra idea del sufrimiento, a nosotros nos será muy difícil entender porque a Teresa le correspondió este sufrimiento, a nosotros permanentemente nos venía esta pregunta:
¿ Y por qué tú tenías que vivir con este dolor, por qué esta soledad de sufrir..?
El lunes 07 de enero a las 21.00 horas, se extinguió tu vida.
No estabas sola. Dicen tus hermanas que cruzaste el umbral de la vida hacia la muerte con una quietud y una paz poco común. Tus suspiros se hicieron lentos y se consumió tu vida como un cirio, entre oraciones y ensueños.
Te convertiste en una niña, porque en tus vigilias postreras elevaste tu doble astral y volviste a ser la niña del "puente verde", en los prados y sauces de San Ignacio.
Nos dejas a tu hija.
Nos dejas con tu querida nieta Javiera.
Te has quedado en el corazón de todos nosotros y especialmente en el de Víctor, porque nadie como él ha resistido con tanta paciencia, con tanta serenidad, casi estoicamente, este tiempo que le tocó vivir.
Te despedimos en la fe de la Iglesia.
En algunos años más, tu querida Javiera y nuestros nietos, al hablar de tí, buscarán una estrella en el firmamento.

3/9/10

APELLIDOS QUE PERDURAN

                        Calle "Los carreras", vivienda de la familia Corrotea Torres años 60
  
Numerosas familias constituyeron la hegemonía de la comuna.
Las familias notoriamente antagónicas en cuanto a posición y estabilidad social convivieron sin ningún conflicto por muchos años.
Las familias de gran estabilidad económica,estaban concientes de su rol y de su condición, respetaban a los pobres, porque su riqueza y opulencia dependía de ellos.
Las familias pobres y de escasa condición, vivían diariamente sus limitaciones, estaban también concientes de ello. Había ricos y pobres, patrones y trabajadores, así era la vida y cada niño que nacía comprendería este  fenómeno, la vida continuaría así y la convivencia no se alteraría.
Los apellidos que conservó la historia están vinculados a la casta de mayor opulencia y de grandes recursos económicos y financieros. El pueblo, desde siempre identificó a estas familias: Romo, Lira, Sarmiento, Gómez, Cooper, Escobar, Zegers, Barzelatto y varias más.
En la otra vereda estaban las familias de trabajadores que el pueblo reconocía y que son constructores de la cultura de la comuna de Quilicura. Nombres y apellidos que no aparecen en el registro de la historia, pero que aún hoy subsisten y que dejan sus huellas en parientes cercanos o lejanos: las familias Briceño, Trejos, Morales, Valladares, Olea, Ulloa, Monasterio, Garrido, Robles, Valenzuela, Guajardo y muchímas más
 
 La familia Castro Sagredo, era una de estas.
La familia Castro Sagredo fue bastante conocida en la comuna, era una familia numerosa que estaba asentada en la calle "Los Carrera" en los años cincuenta y que posteriormente emigraron hacia la zona poniente.
Se trataba de esa gente sencilla que compartía a diario con todos los demás.
Con estas palabras, los familiares, amigos y vecinos le dijeron adiós a Juanito Castro Sagredo.

2/9/10

Familiares, parientes y amigos de JUAN CASTRO



No hace mucho tiempo, apenas un par de semanas, intercambié unas palabras con Juan Castro. Ni siquiera lo había reconocido, ni sabía quien era, pues tenía un recuerdo de la infancia que era distinto.
Pero en esta ocasión, rememoré un poco esta historia y sin saberlo la puse en mi mente.Sería un egoísmo de mi parte no compartirla con otros.
De Juan Castro de hoy, realmente se muy poco, cai nada. Acá tal vez estarán su hijos, sus sobrinos y sus hermanos que los conozco bien.Apenas me enteré ese día que era un trabajador del área de educación y que estaba en un colegio. Soy sincero con esto, porque en el fondo estas palabras no están centradas en él , sino en una generación completa,en una familia y unos vecinos, en un barrio de Quilicura que hoy no existe, pero quiero que esté presente en todos nosotros.
En el centro del antiguo "pueblo",de Quilicura, estaba la calle de Los Carrera, aún está ahí y es casi la única que ha mantenido como su identidad, tiene que ver con las acacias y con el silencio de sus vecinos.
La calle Los carrera, terminaba en la esquina de Guardiamarina Riquelme, a la que la gente le denominaba como "la calle de los perros", todos la llamábamos así.
He pasado esta mañana por ahí y nada es igual, todo está cambiado y la fotografía que tenemos los antiguos de ese lugar ya no existe.
En esa esquina,en una pequeña casita enrejada con alambres vivía la familia Castro Sagredo, la Señora Estela y Don Juan , con sus hijos...
Era un hermoso barrio, todos nos conocíamos, todos nos saludábamos, todos nos queríamos, todos nos cuidábamos, porque nosotros las familias de entonces era lo único que teníamos, no teníamos más información del mundo, no había televisión , no había comercio, no había teléfonos, ni en sueños existía la INTERNET.
Los vecinos, la calle, los amigos, ese era el mundo para nosotros, especialmente para los niños de esa época.
Nuestro barrio era florido en la primavera y el perfume de las plantas silvestres venía desde el cerro. Nuestro barrio era muy caluroso en el verano, de tal manera que durante el mediodía nustro barrio se veía vacío.
Mis padres habían llegado a la Calle Los Carrera, a fines de los años cincuenta, y ya, la familia Castro Sagredo estaba en aquella esquina. Ellos, como las otras familias vecinas formaban y construían este paisaje. Ellos como todos nosostros : amábamos Quilicura
Allí vivía Juan Castro, el hijo mayor de la familia, pero para los "chiquillos" de entonces, también fue como nuestro hermano mayor, ese el recuerdo que yo he guardado, porque yo era uno de esos niños. Juan era un joven que no jugaba fútbol, no era bueno para la pelota. Se deleitaba mirando como nosotros corríamos y jugábamos durante horas interminables...detrás de una pelota vieja o detrás de la pelota hecha de trapos.
El cuidaba de todos nosotros, siempre estuvo allí vigilando nuestra infancia en el barrio de Los Carrera o en alguna improvisada cancha de fútbol, mirando la hierba, los álamos, el pasto verde o las flores silvestres.
Todos nosotros, la gente de ayer, llevamos marcado el amor a la tierra, a las plantas, a las flores, al campo, a los animales.
Por eso, a quien le podría extrañar que Juan trabajara con las plantas, esa es nuestra vida, las plantas que nos regala la tierra, son como consuelo permanente para todos nosotros y casualmente yo escuché que alguien le encargaba unas plantas a él.
Seguramante que las querría y las cuidaría con enorme paciencia, siempre será así...
Esta familia Castro Sagredo, lleva en si, nuestra historia, la frágil historia de ese Quilicura nostálgico, de calles oscuras, de campesinos, de carretones, de pájaros y flores.
Un día cuando alguien recoja todas estas pequeñas historias, esta familia Castro como muchas otras serán la mejor crónica de Quilicura; y los hijos de nuestros hijos llevarán marcado en su ADN, el amor al campo a las plantas y a la tierra.
Lleva mi saludo y el de mi familia a través de la eternidad a tu madre, de quien no me despedí...














Maria Castro: al fondo el sitio de G. M Riquelme