14/9/10

CASCOS DE CABALLOS EN EL CEMENTO

Luego de su deceso, Carlos Venegas Venegas fue despedido por una gran cantidad de campesinos y huasos que le acompañaron al camposanto montando sus cabalgaduras.
La urna fue depositada en un "coloso",que es un vehículo tirado por caballos y cuya carrocería va descubierta.
En el trayecto hacia el cementerio un mariachi cantaba "corridos" y "rancheras". La calle se repletó de jinetes y carretones.
Fue algo contradictorio observar semejante espectáculo, era algo así como transportar un cuadro del año 1930 al año 2007, un cuadro que además, ya tenía algo de surrealismo viendo como el colorido de las cabalgaduras, las "esclavinas" de los cuasimodistas y las flores, contrastaba con el enorme desconsuelo de la viuda y de sus hijos.
Lo cierto es que la enorme caravana de jinetes, gentes sencillas del campo, estaban no sólo diciendo adiós a un amigo, sino que cerraban la puerta de la nostalgia por algo que nunca más volvería a vivirse.
Los cascos de cientos de caballos detuvieron el ajetreo de la tarde y la calle se paralizó para obvervar el paso de tan singular cortejo.
Por el viejo camino hacia el cementerio la caravana serpenteó el cerro de Quilicura.
 
El cementerio de Quilicura estaba distante unos tres kilómetros del centro de la comuna, por allí por muchos años los lugareños trasportaron a sus muertos caminando bajo la lluvia o bajo el sol.
En la ladera del pequeño cerro, por más de cien años han crecido los espinos, los huilles y toda la flora silvestre que convive con las tumbas adornadas y con las flores que depositan los deudos.
El cementerio mira hacia el poniente.
Los aterdeceres se ven hermosísimos cuando la vista, desde la ladera, se pierde en el horizonte.
Estas palabras fueron pronunciadas al atardecer del mes de junio. Una débil luz solar bañaba y cubría a los acompañantes.
El Diácono había rezado el responso fúnebre y el silencio sólo lo alteraba la brisa, el gemido y el sollozo de las mujeres...

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